“No sabía nada cuando empecé. Pero me esforcé mucho y aprendí”, dice Luis. Comenzó como operario, construyendo los cimientos para las medianas y las paredes laterales a lo largo de las entradas y las salidas de las autopistas. En el proceso, también construyó los cimientos de una profesión sólida.

Al cabo de unos pocos años, su dedicación y capacidad le valieron una serie de ascensos. Primero, a operario de acabados, un trabajo en el que tenía que verificar que las paredes estuvieran niveladas y se vieran bien. Luego ascendió a jefe de equipo, a cargo del equipo cuando el supervisor estaba ausente. Hoy, es supervisor, y motiva y dirige un grupo de trabajadores con los puestos que él tenía no hace mucho.

“Todavía me arremango y me ensucio a veces”, dice Luis. “Hay que ser capaz de hacer el trabajo antes de decirle a alguien cómo hacerlo. Y se necesita sentido común, porque no está todo en el plano”.

“Mi padre una vez me dijo algo que me marcó. Me dijo que si quería ganar dinero, nunca tenía que dejar de aprender. Eso es lo que hago”.

“A veces, cuando conduzco con mi familia, pasamos por una pared en la que trabajé. Levanto la cabeza y digo: ‘Yo la construí’.

“Me encanta mi trabajo y saber que lo que hago puede salvar vidas. Se lo recomendaría a cualquiera”.